El SARS-CoV-2, un betacoronavirus de probable origen zoonótico, se supo de su existencia por primera vez en diciembre de 2019. Su rápida propagación mundial precipitó una serie de intervenciones, también por parte de veterinarios, debido a los impactos en la salud y el bienestar humanos, así como en la salud y el bienestar de los animales.