Nació y se crió en Madrid, estudió en la Complutense donde también se doctoró pero “me siento mediterráneo y tras 21 años residiendo en Moncofa espero que en breve me den la nacionalidad castellonense”. Enrique Ynaraja ejerce en su propio centro en La Vall d’Uixò, donde “tengo la suerte de que mi socia es la directora”, señala consciente de que eso le libera para centrarse en lo que más le apasiona. Acreditado por AVEPA en cardiología y enfermedades respiratorias así como en medicina interna, trabaja en el Servicio de Diagnóstico Electrocardiográfico a Distancia de Cardiovet. Dice “ganar aliados” con la docencia y así se entiende que haya sido ponente en más de 600 conferencias en 20 países o que haya ejercido durante años como profesor asociado y honorífico del Departamento de Patología Animal, Patología Médica y de la Nutrición de la Facultad de Veterinaria de la Complutense pero también en la de la Cardenal Herrera-CEU, en este caso impartiendo Alimentación y Cuidados de Animales de Compañía.
Cuenta con más de 120 trabajos en revistas, 22 libros como editor, autor, coordinador o colaborador en áreas como cardiología, enfermedades respiratorias, anestesia y urgencias en perros y en gatos. Además de todo ello, es un entusiasta del submarinismo.
Pregunta: ¿Qué le trajo a esta tierra y qué le atrajo para quedarse?
Respuesta: Siempre me he sentido mediterráneo a pesar de nacer y vivir en Madrid muchos años. Hace 21 se produjo una conjunción de circunstancias: tenía un proyecto profesional y personal aquí, una voluntad de dar un giro a mi carrera y a mi vida, también estaba la persona que me acompañaba en el viaje y decidí hacer el cambio. El trasplante funcionó porque sigo aquí y parece que voy echando raíces.
P: Describa sus primeros años, ¿cree que las facultades preparan para lo que es el ejercicio?, ¿en qué medida se siente empresario?
R: Agitados, convulsos y confusos, sí y no y en un 100%. Fueron de exploración, aprendizaje, errores y estrés y búsqueda de lo que sería mi perfil profesional y laboral. Fueron duros, excitantes, muy laboriosos y sacrificados y muy, muy gratificantes. Goethe dijo que los principios son hermosos y que hay que detenerse en el umbral. Yo diría que solo un poco, solo para disfrutarlo, solo para recordarlo cuando luego vengan momentos más difíciles, pero es magnífico tomarse un respiro en el umbral de todo. Las facultades preparan y deben preparar para dar conocimientos y una formación generalista. No podemos pretender que salgan especialistas en diagnóstico por imagen de enfermedades intracraneales, en alimentación de cerdos de engorde, cirujanos equinos, endoscopistas de aves exóticas o analistas de perfiles nutricionales en alimentos ecológicos...
Como clínico, soy, somos todos, empresarios. Si la clínica es pequeña eres el hombre orquesta que gestiona, dirige, atiende y limpia al terminar. Cuando es un asunto algo mayor se debe separar funciones y una persona o equipo pueden dirigir y gestionar, otros prestar servicios sanitarios y otros limpiar al acabar.
P: Apostó por la especialización, los artículos y libros amén de la docencia y su actividad no menor como conferenciante. ¿Qué le condujo a todo ello?
R: Al empezar a sumergirme en mi trabajo lo primero que descubrí fue la inabarcable extensión de mi ignorancia. Eso me molestó, casi tanto como me molesta hoy. Como la labor tiránica de ponerle límites era algo imposible decidí seguir la recomendación de Einstein y dividir el problema en tantas pequeñas partes como fuera posible y solucionar cada una por separado. Dividí mi ignorancia en parcelas y puse todo mi esfuerzo en lograr que, en alguna, mis conocimientos y mi experiencia fueran creciendo progresivamente. Como era imposible ayudar a todos los pacientes, incluso sabiendo un poco cómo hacerlo, descubrí que enseñar a los veterinarios era lograr aliados: si 30 compañeros entendían y aprendían cómo enfrentarse a un problema, seríamos 31 en esa lucha.
P: ¿España tiene hoy 14 facultades y Valencia con sus dos centros se sitúa a la misma altura que Madrid en cuanto a plazas universitarias y número de egresados anuales. Se habla de saturación de la oferta, pero también es común denunciar lo complicado que resulta para una clínica contratar un veterinario. ¿A qué lo atribuye?
R: Es difícil lograr veterinarios para cubrir puestos, igual que es difícil conseguir camareros, programadores informáticos o ingenieros de sistemas. Las exigencias que se reclaman parece que no cuentan con unas contrapartidas que se consideren en equilibrio por parte de los candidatos. Si pudiésemos ofrecer salarios de 80.000/100.000 euros/ año, incluso 120.000 ó 140.000 € para especialistas, como son habituales en EEUU, no tendríamos problemas para cubrir las plazas; si pudiéramos ofrecer 300€ por una guardia de 24 horas, como en la medicina humana, los conseguiríamos.
Podemos crear muchos más candidatos, pero si las condiciones son las mismas, la respuesta será la misma. Solo un necio espera obtener un resultado diferente repitiendo lo mismo cada vez. No creo que necesitemos ni más plazas ni más facultades de veterinaria. Para cubrir las vacantes hay que ser más imaginativos, más creativos y analizar con profundidad la realidad de este sector y cambiar las reglas de oferta y exigencias para que todos encontremos un nuevo punto de equilibrio.